Asia Central, China y Rusia: Una fuerte terna
Situada sobre dos tramos de la Nueva Ruta de la Seda (Belt and Road o B&R), Asia Central es a la vez un socio y una pasarela comercial entre China y Europa, y también una zona histórica de influencia rusa, a través de las transferencias de sus ex-patriados, sus bases militares y su cultura. Por el momento, China y Rusia encuentran motivos de acercamiento en su mutua oposición a las ideas occidentales y en su lucha contra la propagación del islamismo radical. No obstante, el equilibrio del poder podría cambiar, ya que China es el mayor proveedor de financiación para el desarrollo de la región.
A comienzos de 2019, la iniciativa China de la Nueva Ruta de la Seda involucraba a 130 países que representaban el 41% del PIB mundial y 49% de los intercambios comerciales. Dentro de Asia Central, esto se materializó en inversiones directas y préstamos para la investigación, la explotación y el transporte de hidrocarburos; la extracción de minerales, la generación y transporte de electricidad, en particular hidráulica, la construcción y modernización de rutas y vías ferroviarias, centros logísticos, telecomunicaciones, la agricultura y el turismo. No obstante, una gran mayoría de las inversiones se destinaron a proyectos preexistentes, que se beneficiaron de esta Nueva Ruta. Las infraestructuras construidas en la región, hasta el momento, son limitadas: Asia Central (excluyendo Afganistán y Mongolia) sólo comprende cinco países, no alberga más que dos de los seis principales corredores terrestres y ninguna de las dos vías marítimas de la tradicional Ruta de la Seda. Por otra parte, dado que la calidad de la gobernabilidad es determinante al elegir los proyectos, un entorno corporativo considerado como deficiente en los países de la región representa un riesgo exacerbado por la falta de transparencia. Consecuentemente, China no forma parte del Club de París que conforman los acreedores públicos. La creciente influencia de dicho país en Asia Central va de la mano con un aumento del sentimiento anti-chino, alimentado por los privilegios concedidos a los trabajadores, empresas e importaciones que provienen del país. Además, dado que las Inversiones Extranjeras Directas (IED) y los subsidios son muy minoritarios respecto a los préstamos, los proyectos contribuyen a aumentar la deuda externa de los países de la región.
Mientras que China llegó al paisaje de Asia Central en los años 90, la presencia cultural y militar de Rusia es mucho anterior. El país cuenta con bases militares en Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán, con el objetivo de combatir el terrorismo islámico. Además, Rusia acoge a más de cuatro millones de expatriados de Asia Central, lo que explica el importante volumen de remesas y transferencias en ambos países (36% del PIB de Tayikistán, 37% para Kirguistán y 13% para Uzbekistán en 2018).
Aunque la influencia rusa sigue siendo significativa, en el ámbito económico, se ve progresivamente reemplazada por China. La economía del país asiático es ocho veces más importante que la rusa. Consecuentemente, Rusia podría sentirse humillada por el proyecto de ferrocarril chino con rieles de ancho europeo que atraviesa Kirguistán, Uzbekistán y Turkmenistán (y más adelante Irán y Turquía), así como por el desarrollo de la ruta del Caspio, que ofrecen dos alternativas de paso por Rusia. A esto se suma el creciente interés en la región de los países occidentales y del Golfo, al que China se encuentra abierta.